Kcho
Rectifying the Course
source: marlboroughgallery
Internationally recognized for his monumental and evocative sculpture, installations, paintings and prints, Kcho is an artist inextricably connected to his childhood home, Isla de la Juventud (Island of Youth), Cuba, located miles from the mainland. Water defines all aspects of Kcho’s life and his oeuvre is populated with sculpture constructed from found objects associated with the sea: boats, propellers, driftwood, inner tubes and fishing nets. He frequently depicts these objects in his canvases and graphic work, creating a veritable lexicon of island life where all residents must contend with the ocean.
Abroad Kcho’s artwork is interpreted as protest to the internal regime in Cuba, as a statement of the population’s struggle to escape a stifling life from a suffocating government. However, the artist manages to coexist amicably with those he appears to criticize by explaining that the elements that populate his compositions are all related to life on an island, any island. Kcho does not make overt political statements, but internationally one can see his work as a plea for reasoning, for understanding the motivations of humans fleeing, departing and searching.
Kcho’s work may be found in the collections of many public institutions, including Museo de Arte Contemporáneo Sofia Imber, Caracas; Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia, Madrid; Museum Ludwig, Cologne; Museum of Contemporary Art, Los Angeles; The Museum of Modern Art, New York and the Walker Art Center, Minneapolis, among others.
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source: artmotiv
Alexis Leyva Machado, más conocido como Kcho, nació en Cuba, Nueva Gerona, Isla de la juventud, en 1970. Cursó estudios en la Escuela Nacional de Arte de La Habana entre 1986 y 1990. Inició su actividad expositiva en sus años de estudiante y a partir del 2003 comenzó a participar activamente en muestras individuales y colectivas. Desde entonces sus obsesiones, temas e ideas han girado en torno a la problemática cultural y social cubana: el anhelo del exilio, la emigración, el éxodo, el desplazamiento forzado, la salida y el deseo constante de regresar, la huida y la acogida, la identidad propia y ajena.
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source: lajiribillacocu
Kcho. Cuba, La Habana, Isla de la Juventud.
Son muchas las cosas vinculadas a la historia de Cuba que están relacionadas con el mar: El descubrimiento (la llegada de Colón), El Granma (la pequeña embarcación que llevó a Fidel Castro de México a Cuba), La caridad del cobre (patrona de la Isla; avistada por tres pescadores desde un bote), El viejo y el mar, de Ernest Hemingway (inspirada en las cristalinas aguas del mar de Cuba y en los pescadores de la Isla), Playa Girón (la invasión de Girón), Kcho…
Sí, Kcho. En Cuba, Kcho significa un trozo de algo. Pero, ¿de qué? Ésta palabra es el nombre ¿o apodo? del artista cubano más representativo y significativo del momento: Alexis Leyva Machado. Kcho, el creador isleño con mayor proyección internacional después de Wifredo Lam: “Mi papá quería ponerme Kcho si nacía varón, y Teca, el nombre de una madera preciosa, si era hembra. Pobrecito yo. Al final me pusieron Alexis. Pero todo el mundo me decía Kcho, quien es un hombre. Y se me quedó. Estos tiempos que son para mí de autorreafirmación, de revisión de muchas cosas, te digo que soy y seguiré siendo el hijo de Martha. Eso es Kcho, nada más que eso”. 1.
Y no solo eso, Kcho es considerado como uno de los artistas contemporáneos más importantes del mundo. Y Kcho lo sabe. Alexis Leyva Machado lo sabe: “Los artistas movemos ideas, esa es una gran responsabilidad, por eso debemos saber bien hacia dónde mirar y cómo hacerlo”.2.
Kcho nació en Cuba, Nueva Gerona, Isla de la Juventud, en 1970. Cursó estudios en la Escuela Nacional de Arte de La Habana, entre 1986 y 1990. Inicia su actividad expositiva en sus años como estudiante, pero es a partir del año 2003, cuando comienza a participar activamente en muestras individuales y colectivas. Desde entonces sus obsesiones, discursos, temas e ideas han girado en torno a la problemática cultural y social cubana: el deseo del exilio presente en muchos de sus compatriotas, la emigración, el éxodo, el desplazamiento forzado, la salida y el deseo constante de regresar, la huida y la acogida, la identidad propia y ajena. Dennys Matos lo confirma de la siguiente manera: “La representación metafórica de la condición insular, histórica y social de Cuba, y el peso que estas circunstancias tienen en el génesis y el desarrollo de la identidad cultural”. 3.
Kcho habla de sí mismo, que es tanto como hablar de su insularidad, de su tierra querida, de su Cuba amada: “Soy una isla andante y cada criatura insular también lo es”. Así describe su estirpe, su linaje, su ciudadanía. Kcho es Cuba, la cubanidad está muy presente en él. En su trabajo, en sus instalaciones y dibujos, en sus ideas y conceptos. No en vano, cuando para otros Cuba es el Tercer Mundo; para él es el primero. Afirma tener: “Una relación amorosa con la Isla”.
La migración, el éxodo, el exilio.
Son distintas las motivaciones que han llevado a millones de personas a lo largo de la historia a migrar de tierra a tierra, de orilla a orilla, de costa a costa, de puerto a puerto, de mar a mar. Es quizá, porque los mares y los océanos han formado el carácter y la cultura de los pueblos que viven en su entorno. Poblaciones imanadas a su contexto marino, ribereño, insular. Hacerse a la mar para descubrir nuevas tierras, para buscar más recursos, para tratar de mejorar nuestras condiciones de vida, es una necesidad vital.
La migración es una constante en toda la obra de Kcho. Suele asociar su trabajo con el viaje, el éxodo y el exilio. La emigración como drama que describe la historia contemporánea isleña. Con una actitud crítica, Kcho nos advierte sobre la precariedad de la existencia y los anhelos de escapar de las privaciones, penurias, carencias y miserias de este destino: “El mundo está hecho de migraciones. Del sur al norte, sobre todo, la gente viaja tratando de mejorar sus condiciones de vida. Los grandes movimientos humanos son cada vez mayores. Y sean cuales sean las razones de esos desplazamientos, siempre hay alguien cercano que es parte de eso. Por ejemplo, cualquier familia cubana tiene a algunos de sus miembros lejos o que se ha lanzado al mar tratando de llegar a los EE.UU. Eso lo tenemos cerca en la casa, en el barrio, en la escuela… es parte de la vida diaria”.4.
Así nos los explica Zuleiva Vivas en “El juego del asombro”. Texto de presentación del catálogo de la exposición de Kcho en el Museo de Bellas Artes de Caracas: “Desarrolla un mensaje que arropa al planeta, se escapa de la Isla, remite a otros continentes donde huir y refugiarse es el pan de cada día. Kcho refleja en su obra los espacios de su mente construida a punta de fragmentos abandonados por otros”.
Kcho viaja constantemente, sí, visita muchas partes. Expone en los museos importantes del mundo, como lo hace todo verdadero artista. Pero no lo vive como un balsero más que se ha lanzado al mar con sus remos u otros sistemas sencillos de propulsión. No. Kcho es más que eso. Es un auténtico navegante, un genuino, legítimo y fidedigno “lobo de mar”. “Los cubanos no somos balseros. Somos marineros en espera de un viaje. Los cubanos hemos ido a muchas partes”. Kcho navegante, Kcho marinero, Kcho pescador.
Botes, remos y propelas
Para Alexis, las embarcaciones han sido siempre su medio de transporte más cercano. Quizá el más humano: el más odiado y el más querido a la vez: “Yo mismo viví en un barco”. “Mira mi bote como el Arca de Noé y lo verás diferente”.
Los botes constituyen el eje fundamental de su trayectoria, de su itinerario, de su experiencia como hombre-artista, como hombre-remo, como hombre-balsa que navega: “Un bote es un invento ancestral. Yo no creo que haya otro medio de transporte que diga tanto sobre la gente”.
Desde ellos nos habla de su quehacer y de su sentir diario, poético, espiritual. Los botes están muy presentes en sus viajes interiores, exteriores. En sus desplazamientos, en sus itinerarios, en sus travesías: “La nostalgia que me producen los barcos y el mar es de cuando estudiaba en La Habana. Para llegar a mi casa (en la Isla de la Juventud) el viaje duraba siete horas en bote. Siempre estaba loco por llegar, no tengo experiencia más triste en relación con el barco como esa experiencia”.
En sus barcos se trasluce un sentimiento de desequilibrio, inestabilidad y zozobra que viene dado por el uso de un imaginario muy concreto: “La regata es la primera obra donde usé los botes, y partió de una experiencia de mi infancia. Mi papá era carpintero y recolectaba elementos en las orillas de la playa. La regata está hecha de la misma manera, pero con otra intención. Un día recogí tres tablas, me las llevé a la casa e hice un barco. Lo hice como una forma de castigo, iba diariamente a ver qué conseguía para construirlos. Después en ese proceso de recolección y búsqueda de la madera empecé con otros elementos que le dan fuerza. Me encontraba un zapato de niño o un juguete”.
Los barcos le han permitido a Kcho articular una audaz poética de la vida. En ellos evoca el mar, que es el verdadero soporte de su destino. Evoca la nostalgia, la idea de que nada es permanente y todo se transforma. Estos artefactos maravillosos son un elemento vital para nuestra existencia. En ellos viajan miles de ilusiones, sueños y destinos inciertos.
El dibujo como intensidad. Como pensamiento, sentimiento y emoción.
El dibujo ocupa un lugar privilegiado en su proceso creador y cognitivo. Es allí en donde sus ideas cobran forma física, para luego develarse como instalaciones: “En mi cabeza convierto un pequeño papel en un estudio. Me adapté, puedo hacer una instalación para una sala de un museo con cientos de metros cuadrados en una servilleta”.5.
Kcho dibuja, es un gran y auténtico dibujante. Lo hace a toda hora. Siempre produce sus bosquejos y esbozos en los sitios más disímiles y desiguales. Puede hacerlo en medio de una entrevista o en pleno montaje de sus exposiciones. Tiene libretas repletas de bocetos, diseños y proyectos. Dibuja sobre un cuaderno de notas, bosqueja sobre un trozo de servilleta, traza sobre un fragmento de tela o sobre la misma superficie plana de la pared: “Dibuja sobre la pared antes de suspender el barco a manera de señal premonitoria”, afirma Zuleiva Vivas. Dibuja a lápiz, bolígrafo o carboncillo, no importa. Kcho es un maestro, un diestro a la hora de proyectar sus ideas y sus composiciones: “Para mí el dibujo más pequeño no es un boceto, sino una obra en sí, que en realidad es portadora de una energía, porque es una cosa viva… Todo lo que hago es una prolongación de la mano. Yo dibujo mucho porque me gusta su intensidad”.
El dibujo en Kcho es como un acto de reflexión. Sí, es un acto de reflexión. Meditación, abstracción, cavilación y cálculo. Para él es el sentido poético-esencial, existencial de la vida. Es su energía, su luz: “Mi dibujo es valor y luz”, es su intensidad: “El dibujo me gusta por su intensidad. Es como la poesía. Es el pensamiento, es la idea clara y precisa, sin tanto recorrido. Es la esencia”.6. Todo eso se percibe en sus trazos, se devela en sus líneas, se descubre y revela en sus gestos, y hasta en sus palabras: “El acto de dibujar es muy reflexivo para mí. Tengo una obra que se llama ‘Solo cuando dibujo comprendo lo que pienso’, al final es como mi forma de ver y asumir lo que me rodea y es dibujándola. A mí lo que me gusta dominar son los espacios”.7. “Para mí el dibujo es el eje del arte y del mío propio. Dibujar es la eficacia del gesto, del arte, de la idea, y mi única esperanza del mundo”. 8.
Con un pulso fantástico, equilibrado, equitativo, neutral y convincente, Kcho realiza sus composiciones de barcos, favelas, remos y propelas. Son como pequeños o grandes gestos, nimios bosquejos o bocetos de arquitectura; pero de una arquitectura frágil y resquebradiza. Son obras con trazos premonitorios, fuertes, enérgicos, dinámicos, algunos rectos y firmes; otros rebeldes, curvos y ondulados. Claros precisos, oscuros imprecisos, con un sombreado difuso, borroso, indefinido. Con una tonalidad que contamina, mancha, ensucia, pero que no molesta, no engaña. Algunos de sus dibujos sobre tela, danzan, se aglutinan, se agrupan. Otros se trenzan, se entretejen. Kcho crea figuras con formas irregulares y superpuestas. En ese sentido, sus dibujos arden, inflaman por su claridad, por su intensidad. Incendian, flamean como con una corporeidad que los sustenta: volúmenes, masas, aglomeraciones. Casas-flotantes, propelas-albergues, remos-paradores, botes-hosterías, edificaciones que se complementan, integran y perfeccionan con el tiempo. El resultado es una visión poética de la vida, de la realidad, de las cosas y objetos que nos envuelven, que nos rodean, que nos acompañan… mutuamente, humanamente.
Gran parte de lo que somos como planeta se relaciona con el mar. Su nombre se aplica, por lo general, a las superficies marítimas que se extienden a orilla de los continentes. Pero el mar, esa extensión de agua salada en movimiento, ese puente líquido, también se evapora.
El mar es un tema recurrente en la obra de Kcho. Muchas veces no lo vemos en sus exposiciones. Imposible trasladar el mar para una muestra. Pero metafóricamente hablando, sí es posible. Vale decir entonces, que no vemos el mar en las instalaciones de Kcho, pero nos mojamos en sus aguas.
Por siglos, el mar ha inspirado a artistas, poetas y novelistas de todos los pueblos. Las instalaciones de Kcho me traen a la memoria nombres de grandes novelistas, poetas y escritores. Muchos de ellos han dedicado parte de su poesía y de sus metáforas, al mar. Como Neruda o Alberti, entre otros.
Veo en la obra de Kcho grandes acercamientos y distanciamientos temáticos, estéticos, con otros artistas ¿Influencias, confluencias de lenguajes?
Similitudes, paralelismos, aproximaciones, semejanzas, analogías. Me imagino a Kcho escribiendo El viejo y el mar, la obra más simbólica y emblemática de Ernest Hemingway. Me lo imagino apuntando: “En el Gula Stream en un bote, hacia ochenta y cuatro días que un viejo pescador solitario no recogía un solo pez”. O como el mismísimo Gregorio Fuentes, el pescador cubano que inspiró a Hemingway para escribir la novela. Me lo figuro como un Luis Alejandro Velasco, el náufrago más famoso de Colombia, aquel que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber. Hecho inmortalizado por Gabriel García Márquez en su Relato de un naufrago, donde leemos: “Por un instante dejé de ver la balsa, pero procuré no perder la dirección. Bruscamente, un golpe de la ola la puso al lado mío, blanca, enorme y vacía”.
A Kcho me lo he imaginado como a un Pablo Neruda, repasando, papel en mano, sus Odas elementales, escribiendo específicamente la “Oda al mar”. Lo contemplo como a un jovencísimo Rafael Alberti en 1924, poeta del mar por excelencia, publicando su primer libro de poemas Marinero en tierra, introduciendo al lector súbitamente en un mundo plácidamente acuático y marino. Lo rememoro como un Eúgene Delacroix pintando “La barca de Dante”, o como Claude Monet matizando las “Regatas de argenteuil”, o como un Joaquín Sorolla coloreando sus famosos “Paseo a orillas del mar” o “Niños en la playa”. No sé si esto es refutable, todo lo que he dicho he imaginado sobre Kcho. Lo cierto es que para mí Alexis Leyva Machado es todo eso y mucho más.
Lo cierto es que todo el arte, según el artista venezolano Alberto Asprino (ese otro gran reciclante de objetos, artículos marinos con aroma a tiempo y sabor a sal), comienza en la orilla del mar. Pablo Villamizar no los rememora de la siguiente manera: “Todo lo que el mar devuelve, sobre todo esa madera vieja curada por el agua, la que se desprende de alguna silla, puerta o embarcación fantasma, es material idóneo que se adecua en las manos del creador para reconstruir, en la intimidad del taller, espacios imaginarios y sentimientos”.
La imaginación es importante en todo recorrido, en todo itinerario, en toda travesía. Contemplar una obra de Kcho es imaginarse el mar. Es caminar por la orilla del mar. En definitiva, es lanzarse al mar. Dicho de otro modo: estamos a la deriva. Sí, Kcho nos lanza al mar, a ese mismo mar tumultuoso, a veces manso, a veces turbulento. Poco a poco lo hace: “Mi obra se metió en el mar y fue creciendo Tú ves mis primeros trabajos y te das cuenta de que no tenían ninguna relación con el mar. Mi obra y persona fueron comprendiendo más mi cultura, lo fundamental es que mi cultura sea el espejo hacia los demás. Me di cuenta de que lo que define la cubanidad está en la nacionalidad y el hecho de ser bañada por el mar”.9.
Kcho nos lanza al mar, y cuando lo hace, nos empuja hacia un mar interior, hacia un mar de recuerdos y de sensaciones imprecisas. Es un viaje hacia la añoranza, hacia la nostalgia, la pesadumbre y la sencillez.
Kcho nos da pistas para la supervivencia, para la estabilidad y la resistencia, para el aguante y la duración: “Mi obra es una respuesta a mi realidad, a esa constancia diaria del mar como puerta de la casa. Nuestro límite más próximo, que lo dibuja todo en la vida de nosotros. El agua salada es la sangre de mi obra”. A través del mar, nos acerca a botes, tripas, remos, trozos de madera y caucho, escombros aptos para la flotabilidad y la permanencia. Nos da a entender que el mar es algo peligroso e hiriente. Pero que también pude ser algo cercano y querido.
El mar lo es todo, no puede evadirse. Es todo lo visible y lo invisible. Kcho no los sugiere y no los insinúa: “es la frontera invisible”. El mar, su mar, es un espejismo, un desvanecimiento, una apariencia, una fantasmagoría. Ingrávido, flotante, esquiva evanescencia.
Ver en el cielo el mar.
Para Kcho, el mar pareciera ser lo más elevado, lo más alto. He visto remos, tripas, botes y kayaks anclados, varados, aglomerados sobre árboles. “Ir hacia arriba no es nada más que un poco más corto o un poco más largo que ir hacia abajo”. Dice Roberto Juarroz, refiriéndose a la verticalidad latente en toda su poesía.
Kcho es un creador vertical, de lo vertical. Un poeta más a quien le gusta la verticalidad. Ese es un concepto fundamental para él. La misma horizontalidad que encontramos en sus paisajes marinos, la hallamos en la elevación de sus obras. Montículos de cauchos, levadura de barcos y propelas. Algunas de sus piezas más conocidas como la serie de los Archipiélagos; lo testimonia.
Es la misma definición de Archipiélago como conjunto de islas, islotes y cayos unidos por aquello que los separa. Para Kcho esos Archipiélagos varían. Pueden ser innumerables e infinitos. Él los altera y los transforma según su visión y concepción plástica. También varían según el espacio donde se exponen. Kcho los redefine dentro de una perspectiva insular ampliada, delgada y expansiva. En estos Archipiélagos la horizontalidad y la verticalidad irrumpen con fuerza, van desde abajo hacia arriba, como una especie de totems o monolitos sagrados ascendentes. Zuleiva Vivas nos los describe de la siguiente manera: “En la sexta Bienal de La Habana, 1997, el artista presenta una obra de la serie Columna infinita. La enorme instalación titulada Archipiélago en mi pensamiento, se destacó en la selección ubicada en la fortaleza de El Morro, la pieza ostentaba su inmensidad de cara al mar. Contemplarla de cerca era elevar la mirada, debía uno ubicarse desde una inusual perspectiva para entenderse con las embarcaciones y cantidad de materiales de uso doméstico como muebles y maletas ampliados como una torre de historias infinitas. El amontonamiento de tiempo y de recuerdos era elocuente, nadie sabía entonces sobre el contenido de las maletas que ostentaba la columna; estaban llenas de papeles, expedientes escolares y otros objetos del artista…Archipiélago se arma con las embarcaciones dispuestas sobre el piso simulando la forma insular. Las embarcaciones hoy son islas que huyen hacia el parque con su carga de sueños, de chozas diminutas y de tanto fantasma”… “Nuevamente surge una Columna infinita, desde la rama más alta ha construido un tótem del aire”.
Contemplamos torres de barcos amontonados, faros acumulados, columnas fálicas e infinitas, propelas que se confunden con el humo o en una masa de niebla. Tripas ingrávidas y flotantes, pipotes aglomerados. Se remontan, escalan, ascienden, suben, erigen, crecen perpendicularmente como palmeras, como espigados y largos cocoteros: “Kcho despliega construcciones de sorprendente y austera verticalidad —con los remos como zancos— con las que nos incita a pensar en la homogenización globalizadora y la pérdida de las identidades subsumidas en una identidad totalizante”.10. En última instancia, quizá se eleven, floten o leviten; para arrumbar un mar, para navegar un cielo.
No trabaja con desechos, sino con vida pasada.
Kcho trabaja, como él mismo afirma, con “vida pasada”. Recoge, rescata, muestra. Une, construye, reconstruye, recrea objetos inquietantes, lúdicos y conmovedores. Se ocupa de recoger escombros y acumular desechos de las costas, de las orillas de la playa. Desechos que van desde barcos abandonados, a remos corroídos y endebles, anclas y propelas oxidadas, trozos de maderas perdidas. Todos estos materiales provenientes de barcos o navíos hundidos, encallados. Ranchos indecorosos, pupitres sucios e indecentes, mesas y sillas desmanteladas.
Percibe que la mayoría de estos elementos fueron curados, esculpidos y trabajados por el mar, por la acción del roce del agua y del salitre. “El mar, ese escultor incansable, es un proveedor generoso de materiales nobles”. Dice Santiago Pallini. El mar como vínculo, nos los reinserta a nuestras costas, los traslada hasta allí, los deposita como en espera de algo o alguien que lo testimonie. Kcho lo sabe. Sabe que el mar es un estercolero que nos devuelve lo que arrojamos: “Soy básicamente escultor, en mi obra uso cosas que no me pertenecen, que tuvieron un uso anterior a ser una obra de arte, un dueño que no fui yo. Esa energía de la vida anterior la uso para construir una historia. Por ejemplo, con la basura que uno ve todos los días, que se bota, el empezar a ver en esos objetos una energía y poder usarlo en mi trabajo ha sido fundamental. Yo una vez dije que era hijo de un pueblo exitoso, tengo esa capacidad del cubano de ver cosas donde nadie piensa que la hay”.
Estos desechos, que no son más que una suerte de testimonio del tiempo, hablan de nuestro pasado y de nuestro presente. Se trata de reconstruir en nosotros; más que nuestro pasado, nuestro futuro. Se trata más bien del encuentro y reencuentro de retentivas, remembranzas y evocaciones perdidas ¿Cuál será la verdadera importancia y el verdadero valor simbólico de la memoria? ¿Cómo valorar la verdadera dimensión del tiempo?
Kcho nos habla de reconstruir, de reformar. Nos habla de las alegorías y atributos simbólicos del pasado, para conocer las realidades de nuestro presente y nuestro futuro. Nos habla de caminos, senderos y recorridos andados. Nos platica de sus utopías, de sus nuevos desplazamientos y descubrimientos. Explorando hacia nuevas sendas, atajos y tentativas. Sus desplazamientos son nuestros propios desplazamientos interiores, nuestros propios desplazamientos ignorados. En definitiva, sus nuevas creaciones nos hablan de nuestra historia recobrada o perdida.
Elementos de flotabilidad determinantes
La obra de Kcho, por lo general, es percibida como una conmovedora elegía al balsero: Barcos, botes, remos, tripas, kayaks, balsas, veleros, piraguas, neumáticos, lanchas, canoas, cauchos, leños, botellas, trozos de cuerda, madera o plástico. Todos, en su mayoría, elementos de flotabilidad determinantes.
Es evidente que la flotabilidad es otra constante en su obra. ¿Será que Para Kcho, vivir o sobrevivir sobre el agua; construir sobre el lago, río o mar, es una necesidad vital? Sus favelas se replantean sobre barcos, balsas y propelas, y sus palafitos sobre muebles, camas, sillas o pocetas. No en vano, los remos sirven de pilares para las estructuras. Son el soporte, el elemento esencial para sostenernos, para mantenernos vivos…
Kcho vive, trata de sobrevivir sobre el agua, aire o tierra, no importa. Nos propone trascender las fronteras para la vivencia, para la convivencia: botes-favelas, botes-muelles, botes-jardín. En sus popas ha sembrado remos para que se transformen en palmeras. Ha sembrado árboles que le servirán para el anclaje, para soñar un poco entre sus ramas, quizás para vivir un poco más. Kcho lleva consigo su tripa-insular, su remo-archipiélago para cualquier naufragio imprevisto. Se aleja tímidamente de nosotros. Su proa irrumpe con fuerza. Navega un poco, se eleva. El bote está a punto de despegar.