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OSCAR MUÑOZ

Narciso

source: philagrafika2010

Popayán, Colombia, 1951.
Lives and works in Cali, Colombia. His work has been exhibited in numerous group shows including the Venice Biennale (2007), Prague Biennale (2005), and Cuenca Bienal (2004); in 2008 he had solo exhibitions at the Prefix Institute of Contemporary Art, Toronto, Canada, the Herzliya Museum, Israel, the Institute of International Visual Arts (INIVA), London, UK, and the Museo Extremeño e iberoamericano de Arte Contemporáneo, Badajoz, Spain.

Over the past three decades, Óscar Muñoz has developed a remarkable body of work that explores the relationship between image and memory. His work defies characterization by medium, blurring the boundaries between photography, printmaking, drawing, installation, video and sculpture. Although he has abandoned traditional formats, he cleverly utilizes specific technical and conceptual aspects of printmaking-occasionally incorporating self-destructive elements to purposely challenge the consistency of reproduction that is synonymous with printing. The expressive power of his work is as grounded in the intrinsic qualities of the materials he employs as in the poetic associations they embody.

Through his innovative processes, such as printing charcoal pigment on water, or using human breath to reveal discretely printed portraits onto seemingly blank mirrors, Muñoz creates unstable images that oscillate between presence and absence. He uses images from newspaper obituaries that include victims of the drug trafficking and political conflicts in Colombia where he lives and works. He is fascinated by photographic images as the primary documentation of a person’s physical existence in a culture overwhelmed by the vulnerability of life: the person’s image, imprinted on film (or captured in digital code), leaves an indexical trace of their being. Muñoz manipulates the photographic images in order to question the meaning of identity and to reflect the process of recollection and fading memory, alluding to the transitory nature of human existence, memory and history. The viewer witnesses the dissolution of an image as a manifestation of the person’s disappearance or death. Highly regarded as one of the most important visual artists working in Colombia today, Muñoz has captivated audiences around the world with the universal subject that underlies all of his work-the commonality of loss and remembrance.

Images

Narcissi in process is a set of self-portraits printed in charcoal pigment on water in shallow vitrines lined with paper; the water slowly evaporates during the course of the exhibition, eventually allowing the pigment to settle onto the paper in a slightly altered version of the original portrait image—the variability inherent to the process makes the resulting image in each vitrine unique.

Biographies is a video installation of portrait images taken from newspaper obituaries. Muñoz created these video portraits by printing pigment onto water in a sink and filming the disintegration of the image as the water drains; the video also shows the process in reverse so that the portrait continually dissipates and reconstitutes.
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source: amigosmuseoblanesblogspot

Oscar Muñoz (1951) desarrolla un trabajo que, además de atravesar lúcida y poéticamente las prácticas actualmente vigentes del medio que cultiva, abre la posibilidad de una relectura crítica de ese medio, posibilitando nuevas significaciones en la expresión visual de otros medios como la fotografía, el dibujo, el grabado, la instalación, la escultura y el video, mediante recursos que sólo han podido tener lugar en el híbrido y complejo proceso de la historia del arte en América Latina.

Oscar Muñoz ha ideado una amalgama atípica e innombrable de recursos visuales, en la que la comprensión del tiempo y de la realidad se advierte trascendente y, por lo mismo, referencial.

En Narciso, seis años después de haber planteado Narcisos, Muñoz vuelve a trabajar con la simbología de este arquetipo bajo nuevas reflexiones, que una vez más hacen admirar la profundidad alegórica que el artista ha construido en el complejo de medios que ha tejido a partir de la fotografía. En esta obra, Narciso, que de nuevo es el autorretrato del artista trabajado en polvo de carbón y posado en una superficie de agua, se rompe y se pierde en una mueca estremecedora, cuando el líquido que lo sostiene se fuga por el sifón del lavamanos que le ha servido como estanque. Esta es la primera obra de Muñoz que parece tener un final concluyente y abrupto, al desaparecer la esencia vital (el agua) del escenario. No obstante, en la lectura que permite hacer el conjunto del trabajo de Muñoz, se advierte que el fluido y la transmutación son elementos constantes del comportamiento filosófico de su obra y que por tanto cabe esperar en esta conclusión, nuevas afirmaciones,que en efecto comportan las obras Biografías y Re-trato,desarrolladas después de Narciso.
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source: paris-art

Depuis des décennies, le processus photographique ainsi que d’autres formes d’impressions se sont traduits, dans le travail d’Oscar Muñoz, par des métaphores évoquant, au travers d’une variété de techniques inédites, la frustration de la volatilité de l’image confrontée aux effets du temps.

Muñoz a approché l’acte d’archivage sans concessions en confrontant des éléments dévoyés et en dissipant le voile d’incertitude planant sur ces images perdues dont les représentations dans la sphère publique sombrent dans une invisibilité cruelle.

Un passé et un présent hantés par des événements violents, répétés incessamment, les images et les situations semblent identiques, mais elles ne sont jamais tout à fait les mêmes. Comment une société peut évoquer son passé contre lequel elle s’est immunisée et dont la violence des événements a été assimilée avec une telle facilité qu’ils sont devenus presque imperceptibles?

Ces propos de l’artiste retentissent comme une réflexion sur son pays natal, la Colombie, et particulièrement la ville de Cali qui est toujours le théâtre de conflits violents et qu’il n’a cependant jamais désertée. Muñoz n’aime guère s’exprimer sur les événements particuliers à partir desquels il habille son œuvre d’une puissante poésie. Néanmoins, il donne une résonnance universelle à la transformation des images au contact des éléments qui progressivement les détériorent, à l’instar des métamorphoses du cycle de vie.

«Anarchive» se réfère à la déconstruction de l’autorité d’archivage au travers de la pratique anarchique de Muñoz. Dans son texte Fièvre d’Archive, le philosophe français Jacques Derrida évoque l’autorité imposée par l’institutionnalisation des politiques de collecte de données et pointe la façon dont la structure de l’archivage détermine de manière doctrinaire le contenu.

En accédant sans discernement à des matériaux non archivés, Oscar Muñoz a incorporé dans sa pratique artistique des sources de données non conventionnelles: des images issues d’annonces nécrologiques parues dans des tabloïds douteux, des fragments abandonnés issus d’annonces télévisés bas de gamme et d’autres documents visuels déprogrammés au sein desquels des histoires inaudibles s’accumulent. Les matériaux visuels récupérés sont ainsi reconvertis de façon subtile et ingénieuse, et révèlent un processus social qui a été marginalisé ou sur-exposé au point d’avoir anesthésié toute perception individuelle et collective.

Le statut institutionnel de l’archivage, les monuments érigés ainsi que les discours prononcés à la gloire de la préservation de la mémoire, sont dépoussiérés et démolis par le souffle réactif des documents non désirés ni classés. «Anarchive» met en évidence l’un des travaux les plus évocateurs de l’œuvre de Muñoz et instaure un dialogue avec les ressorts humains les plus complexe, à l’image d’une lueur émergeant des ténèbres.
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source: mcarts

El pintor caleño Oscar Muñoz (1951) siempre se ha preocupado por las ambiguas, inquietantes, perturbadoras relaciones entre la mirada y la realidad. Entre la percepción con que abordamos el mundo la imagen evasiva con que este responde a nuestro acoso.

En la década del 80, el dibujaba en blanco y negro, las vacías atmósferas con que Edward Hopper había mostrado en color la terrible soledad de la vida norteamericana. Pero la mujer que Muñoz sentaba en una cama, como Hopper, atisbando por la persiana, cobraba, en el delgado hilo de la luz, o en el escorzo de la puerta entre abierta, otro papel. No estaba sola. Un voyerista, que además dibujaba, la asediaba con su ojo implacable. Su talento pasmoso para el dibujo ofrecía, en verdad, los fantasmas incorpóreos de sus propios sueños. Sueños marginales, de suburbio e inquilinato, donde la imagen precaria de esos cuartos anónimos (¿el de una prostituta desganada a la espera del nuevo cliente?) lo que estaban planteando era en realidad la vieja pregunta: ¿qué vemos? Lo que vemos, como en otra serie suya denominada Espacios, era un simple ángulo del mundo. El rincón donde un arrugado papel periódico, en carboncillo, sobre unos baldosines trajinados por el uso, nos ofrecían una penumbra expresiva. Unas sombras elocuentes, pero desechables: cajas, bultos, miseria.

Su afán de aferrar y hacer real no solo lo que creía ver sino lo que su lápiz imaginaba. Quería transcribir con fidelidad de foto realista, de minimalista de lo superfluo, pero en realidad alteraba todo con pasión artística.

Continuaba así su exploración de la realidad incorpórea, con una mirada que armaba el mundo. Sugería, como jugando, en esas cortinas de plástico, que pueden verse en la Luis Ángel Arango, pintadas en acrílico, esos fantasmales y evanescentes cuerpos que el vaho de la ducha parecía haber sobreimpreso en la ondulante superficie. Podíamos tocar y mover el plástico en movimiento. Jamás lograríamos asir esas borrosas siluetas de niebla amarilla. Pero Muñoz nos había atrapado de nuevo, una vez más. Desde la escena ya clásica con la que el perverso bonachón sonriente llamado Alfred Hitchcock nos había aterrado en Psicosis hasta esta variación espectral: ¿Quiénes somos, qué vemos? Quizá por eso otra de sus propuestas se llamó Aliento: para que la oscura superficie nos reflejase era necesario soplar primero. Dioses que infundíamos vida a esa nada evanescente. Expone en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en la galería Teorética de Costa Rica y se anuncia una muestra suya en el paseo de Bellas Artes de Sao Paulo. María Iovino acaba de publicar un libro sobre su obra: Volverse aire, y en él, su coherente y a la vez sorpresiva trayectoria es registrada con puntual enfoque. Una obra que, aludiendo a nuestro país en rostros que se descomponen, en cuerpos tiznados por el negro de la muerte, -tiene sin embargo un remoto paraíso detrás suyo: Esa ciudad, Cali, que un grupo de creadores no dudó en llamar Kaliwood en homenaje a la diosa Khali, sangrienta deidad hindú. Se trataba del escritor Andrés Caicedo, de los cineastas Luis Ospina y Carlos Mayolo, del fotógrafo Fernel Franco y pintores como Ever Astudillo y Oscar Muñoz.

No estaban solos: tenían una tradición que cuestionar. La que representaba el Tec de Enrique Buenaventura, y el Museo de Arte Moderno La Tertulia, de Maritza Uribe y Gloria Delgado. La de los Festivales de Arte de Fanny Mickey y los anti-festivales del nadaísmo y Pedro Alcántara. Toda una eclosión creativa que hoy mantiene Amparo de Carvajal y Proartes y que registra un libro como el de Fernando Cruz Kronfly sobre la cultura del Valle del Cauca o el catálogo de la Tertulia preparado por Miguel González. En medio de todo ello se sitúa la obra de Muñoz. Una obra de sombras inquietantes, donde la lluvia que también puede ser lágrimas, disuelve rostros anónimos y el propio rostro suyo. Donde caminamos sobre vidrios de alta seguridad en cuyo interior planos fragmentados de nuestras ciudades se rompen y craquelan. Donde el perpetuo eclipse en que vivimos apenas si nos permite asomarnos, por diminutos agujeros a ese cielo siempre blanco de Cali, que opaca todo lo demás, y donde la gente, como dice Muñoz, incluyéndose a sí mismo, “parece desintegrarse a una determinada hora del día”. Nada más incitante, entonces, que mirar el rostro de este artista caleño que expone el suyo, bajo todas las técnicas: carboncillo, acrílico sobre plástico, polvo de carbón sobre agua, y película de grasa, ara que de ellos surja nuestro multiforme y colectivo rostro de todos. El arte es individual pero su resultado nos concierne y agrupa.

Todo ello confluyó en una notable muestra de la Alianza Francesa de Bogotá donde Muñoz estudia, como entomólogo científico, su propio rostro. Un rostro ya fijado, en su premonitoria mascarilla fúnebre, o un rostro, ya inaprehensible, al ser dibujado en el fondo del lavamanos. Fotos y videos registran esa acción efímera y, en definitiva, casi imposible. Debido, en primer lugar, a que el agua espejo duplica la imagen en una cámara de ecos, fuerte en un primer plano que es en realidad el fondo del lavamanos, tenue en ese segundo plano que el juego de espejos que es el agua, ha suscitado en apagados ecos.

Pero mientras el glogloteo succionante del sifón arrastra el agua, también las líneas de dibujo se rompen, distorsionan, elogan y alteran, precipitándose ene el remolino que borrara, en segundos, ese nuevo combare entre lo que la mirada percibe y el pulso de la mano fija en vano. El epitafio del gran poeta inglés Keats en su tumba en Roma reza literalmente: “Aquí yace uno cuyo Nombre fue escrito en el Agua”. Igual podría decir Muñoz de sí mismo.

Seguirse, buscarse; en definitiva: crearse. Hay también una suerte de espejo-lupa. Transparente y a la vez rayado como una llovizna sobre la superficie. Lo levanto para mirar a alguien y su rostro surge, superponiéndose al mío. No existo: adquiero sus rasgos. Nos involucramos en su diálogo imprevisto: soy los otros que miro. El sujeto de la representación, ese dudoso yo, no es más que una mirada errante que busca, a través de esa pantalla que es el mundo, adquirir el peso de la única realidad posible. La que Oscar Muñoz, con su arte, con su gran arte, le otorga con una riqueza poliédrica e inabarcable. La riqueza sin fin de un gran artista, al deshacerse a sí mismo.

Atestiguando su importancia la gran muestra de 2008 “Documentos de la amnesia”, en Badajoz, España, en el MEIAC (Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo).