THOMAS GLASSFORD
Xipe Tótec
source: sicardi
Thomas Glassford
Thomas Glassford studied art at The University of Texas at Austin, where he received his BFA. He moved to Mexico City in 1990, and soon became part of a young avant-garde of Mexican, European, and American artists living in the city and making art which referenced their experiences there.
In his work Glassford uses everyday materials–ranging from gourds to broomsticks, anodized aluminum to melamine plates–to create architectural or installation-scale works. He transforms these materials into rhythmic and often abstract creations, reminiscent of Minimalist sculpture and Op Art paintings of the 1960s.
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source: sicardi
Thomas Glassford | Xipe Totec Tlatelolco University Cultural Center, UNAM, Mexico City
To commemorate the centennial of the National University of Mexico (today known as the UNAM), Thomas Glassford created a site-specific installation that covers the main tower of the new University Cultural Center in Tlatelolco. This modernist landmark was designed in 1963 by Pedro Ramírez Vásquez to house Mexico’s Ministry of Foreign Affairs.
Glassford’s monumental work is a relatively invisible but intriguing web by day, which is set aflame at night in a luminous pattern as complex as the history of the site itself. The technically and visually intricate architectural intervention covers the marble façades of the building in a red and blue veil of neon-like LEDs. The geometry of the network is based on quasicrystals and aperiodic tiling, configurations that by definition lack translational symmetry. Beyond the intricate geometries, however, Glassford was fascinated by the cultural presumptions that shaped recent studies of these forms. In the 1970s, Western scientists, including Roger Penrose, “discovered” these forms as an abstract mathematical conundrum, but then quasicrystal formations were found to exist in nature as the crystalline substructures of atoms. But the story is more complicated: in 2007, a Harvard doctoral student specialized in this field of physics recognized the same patterns in fifteenth-century Persian architecture while traveling through modern Iran. This medieval use of such complex forms, long unknown in the West, baffled the scientific community. Cultural biases prevented them from admitting that the Persians had figured it all out half a millennium before.
The never-ending celebration of one culture’s accomplishments over another’s serves as a poetic parallel to the site of Glassford’s installation, situated in an urban landscape that has been defined and defiled by the presumptions of successive civilizations, all of which have converged at Tlatelolco. An important city and market center during the Aztec period, Tlatelolco remains one of the most important archeological sites in the Valley of Mexico. Adjacent to the restored pyramids, the church and monastery of Santiago Apóstol, built in the 1530s from the wreckage of razed temples, was also the site of the College of Santa Cruz de Tlatelolco, a center of learning where Franciscan monks imposed Western Christian doctrine on their elite indigenous students, a process that would continue in the following centuries throughout the “New World”. After the construction of the Ministry of Foreign Affairs in the early 1960s, and the erection of a nationalist Plaza de las Tres Culturas nearby, the word “Tlatelolco” took on a new and more violent connotation after an infamous massacre of student demonstrators took place in the shadow of the Ministry’s tower, weeks before Mexico hosted the 1968 Summer Olympics.
Appropriately, the Aztec deity Xipe Totec is alluded to through Glassford’s title. Also known as “Our Lord the Flayed One” or “Drinker of the Night,” Xipe Totec skinned himself in order to feed humanity, an act akin to maize shedding its outer layer in order to germinate—an act of rejuvenation. In the Aztec world, priests wore the complete skins of flayed warriors as symbols of regrowth, fertility and life. Likewise, Tlatelolco has been sheathed in a new skin: its capillaries glow to commemorate a new life as a cultural center—a beacon visible from any vantage point of the Valley of Mexico.
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source: tlatelolcounammx
Instalación lumínica del artista Thomas Glassford sobre el edificio del Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Una red invisible durante el día se enciende apenas se oculta el sol. La intervención cubre las cuatro fachadas del edificio con un velo de luces rojas y azules. Con el título de la obra, Glassford decide venerar al dios azteca o mexica Xipe Tótec (“Nuestro Señor el Desollado” o “El Bebedor Nocturno”), quien se quitó su piel para alimentar a la humanidad. De la misma forma, Tlatelolco se viste con una nueva piel que resplandece para conmemorar una nueva vida como Centro Cultural, un faro visible desde cualquier punto estratégico de la Ciudad de México.
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source: datuopinion
El Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT) es un espacio arquitectónico proyectado para divulgar las artes y ciencias en un recinto ubicado al norte de la Ciudad de México y se ubica en la Torre de Tlatelolco que fue cedida por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) de México, en el 2004, por acuerdo del entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal Andrés Manuel López Obrador.
El Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT) constiuye unos de los proyectos centrales en materia de difusión cultural por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El complejo arquitectónico que por casi cuatro décadas ocupó la Secretaria de Relaciones Exteriores (SRE), forma parte del patrimonio inmobiliario universitario, sobre la base de dos acuerdos legales: el primero de ellos suscrito entre los titulares de la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Gobierno de la Ciudad de México y el segundo, entre el propio gobierno de la ciudad y la UNAM, con el propósito exclusivo de crear un gran espacio cultural que anime y enriquezca, a través de diversos proyectos culturales, la vida comunitaria de la zona norte de la capital del país, ampliando el alcance de los programas académicos de la institución y dando cumplimiento a uno de los más importantes principios del espíritu universitario.
El CCUT está ubicado en el costado suroriente de la unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco, en el cuadrángulo delimitado al norte por la Zona Arqueológica de Tlatelolco y la Plaza de las Tres Culturas, al sur por la avenida Ricardo Flores Magón, al poniente por el eje central Lázaro Cárdenas y al oriente por áreas de servicio de la propia unidad habitacional. El predio en el que se emplaza el conjunto arquitectónico es de 9000 m2 y la superficie construida cuenta con 35 387 m2 aproximadamente.
Al recinto cultural lo integran siete áreas: Memorial del Movimiento Estudiantil de 1968; espacio museográfico diseñado para documentar el desarrollo y legado del movimiento estudiantil del 68 que es uno de los acontecimientos sociales más relevantes de la historia reciente de México; el espacio de Unidad de Docencia; que alberga aulas para impartir informática e idiomas y cuya gama de opciones se ampliará paulatinamente a las disciplinas artísticas. El Centro también contempla la Unidad de Seminarios, integrada por auditorios y salones, en los que se desarrollan programas de cine, ceremonias y numerosas actividades académicas y culturales de la Universidad y de otras instituciones. Para conmemorar la importancia arqueológica del sitio, se creó el Museo de Tlatelolco que contiene más de 270 piezas encontradas en el que fuera el centro comercial más importante de Mesoamérica. Como complemento a esta exposición, también se exhiben 700 piezas que forman parte de la Colección Stavenhagen, Para consolidar la imagen de Tlatelolco como espacio cultural, la Unidad de Vinculación Artística es una escuela interdisciplinaria que promueve el acercamiento al arte por medio de cursos y talleres de distintas especialidades. Con la idea de llevar el arte y la cultura a las masas, el instituto brinda sus servicios a costos accesibles, teniendo como mayor preocupación impulsar al alumno a explorar y explotar sus habilidades artísticas. Otra parte importante del centro cultural es el Xipe-Tótec , su nombre se debe al dios azteca conocido como “el Bebedor Nocturno”. En 2010, Thomas Glassford transformó el edificio en un enorme faro de luz que consta de una red transparente que cubre los cuatro lados de la fachada. Al llegar la noche sus destellos rojos y azules iluminan los alrededores del barrio de Tlatelolco.