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FERNANDO PAREJA & LEIDY CHAVEZ

de la serie Toy Locomotion

source: revistaarcadia

Los artistas payaneses Fernando Pareja y Leidy Chávez han trabajado juntos desde 2002, cuando se conocieron estudiando Arte en la Universidad del Cauca en Popayán. Desde el inicio de sus estudios se esforzaron en trabajar juntos, a pesar de que tomaban clases diferentes. Para ellos, el trabajar juntos y a la vez ser pareja les ha dado la mayor de las ventajas, porque se han tomado a sí mismos como modelos y la confianza que existe entre los dos les permite dar rienda suelta a la curiosidad que se requiere para explorar tanto el cuerpo del otro como el suyo propio. Han llegado a conocer sus particularidades porque parten de la idea que el cuerpo es un objeto raro. Ellos no imaginan las limitaciones que traería consigo contratar modelos para hacer sus obras, sobre todo porque sus propios cuerpos son los referentes que quieren analizar en su trabajo y que motivan su proceso creativo. Aunque sea frecuente para ellos la necesidad de fotografiar personas que ven en la calle, lo fundamental es encontrar identificaciones entre esos cuerpos “extraños” y los cuerpos que ya conocen. El procedimiento posterior tiene que ver con la transferencia de esas imágenes fotográficas hacia la escultura, en donde pueden darle rienda suelta a las fantasías.

Para Fernando y Leidy también es crucial poderse motivar creativamente el uno al otro cuando emprenden un proyecto artístico; uno de ellos puede estimular e incentivar al otro cuando aquel está pasando por un momento menos fértil. Claro que les resulta fundamental partir de los intereses comunes, pero para lograr que su trabajo tome forma en una obra determinada, saben que deben haber superado el peso de ego de cada uno. Y es precisamente por el hecho de vivir juntos que creen que hacen un buen equipo: logran explorar todas las dimensiones de la intimidad de los actos humanos.

La primera obra que exhibieron en Bogotá era una pequeña escultura, en la figura de dos perros se mezclaba hábilmente con sus propios cuerpos, de forma que las caras, las manos y los genitales eran de ellos mismos, pero la imagen dominante era la del animal. La obra estaba hecha en plastilina blanca y era del tamaño de una lonchera. Muchas de sus obras son esculturas de pequeña escala, realizadas en plastilina, y en ellas siempre se logra adivinar sus rasgos fisonómicos en los personajes que presentan. Habitualmente sus obras son protagonizadas por personajes inquietantes, que habitan situaciones extrañas, cuyos gestos corporales son a la vez captados tanto de la observación de otras personas como de sus propias experiencias. En ellos exploran la vulnerabilidad de la apariencia del cuerpo y su relación con determinadas cargas sociales, porque están interesados en analizar y comprender lo vergonzoso e inaceptable que a veces parece un acto ordinario, llevado a cabo con tosquedad por un ser humano común.

La escala de sus obras las hace ver como elementos accesorios de un contexto de carácter doméstico. Sus piezas escultóricas parecen a primera vista objetos perfectos para decorar una mesa o un escritorio. Y esa apariencia inocente –que luego resulta ser completamente equivocada– hace que establezcan una comunicación con los espectadores, porque apelan a lo imaginario y a la fantasía, como si se tratara de juguetes.

Baudelaire decía que los juguetes son las primeras versiones de arte con las que se encuentran los niños, pero que las versiones perfeccionadas de esos juguetes con las que se van a topar en la vida adulta no van a ser ni tan satisfactorias ni tan convincentes. Los juguetes son objetos para la ficción, cuyo vínculo subjetivo lo encarnan el deseo y la fantasía que el arte no siempre logra despertar. Los juguetes parecen encarnar una base de interpretación para las cosas pequeñas que pueblan el mundo, porque parecen versiones manejables de la experiencia, concebidas a escala de la vida doméstica.

En las obras recientes de Fernando Pareja y Leidy Chávez exploran directamente ese universo de los juguetes. Fernando y Leidy relacionan fascinación por el cuerpo con los juguetes a través de los cuales, de niños, comenzaron a idealizarlo. Tal vez buscan simular que el juguete es algo real y que puede hablar y proponer su punto de vista. El título de la muestra es Alicia en el país de las maravillas, y en ella se cruzan algunas de la fantasía del cuento de Carroll con situaciones tan pedestres como el hecho de que Alicia o el conejo tengan que trabajar para subsistir. En esta exhibición también presentan, además de algunas esculturas, imágenes digitales que mantienen referencias y ecos de la fisonomía de la pareja de artistas. Y esa obsesión por su propia fisonomía acaba siendo el poderoso polo a tierra de su proceso creativo.