HANS HAACKE
汉斯·哈克
הנס האקה
ハンス·ハーケ
Ханс Хааке
Helmsboro
source: nytimes
One of the sculptures to be seen this weekend has as its target Senator Jesse Helms, whose opposition to Federal financing of artworks he considers obscene has earned him notoriety on the SoHo art scene. The sculpture is ”Helmsboro Country,” an object in the shape of a monumental flip-top box of cigarettes, which is on view at the John Weber Gallery, 142 Greene Street, through tomorrow.
The work also takes aim at the Philip Morris Companies, a New York-based corporation that is a prominent supporter of the arts and that employs in subsidiary companies 3,900 people in Mr. Helms’s home state of North Carolina.
”Helmsboro Country” is the work of Hans Haacke, a German-born artist who has lived in this country since 1965 and who is well known here as a perpetrator of what might be called investigative political art. The flip-top box and five-and-a-half-foot-long cigarettes, which seem to have casually spilled from its open lid, hold center stage at Mr. Haacke’s exhibition.
At first glance, ”Helmsboro Country” exudes the product-oriented cheer of Pop Art. The graphics silkscreened onto both the cigarette box and its contents all look distinctly Malrboro-like and familiar, but the messages they deliver are not.
The boldly lettered ”Helmsboro” appears on the package where the cigarette’s brand name should be and a portrait of Mr. Helms has replaced the ”P.M. Inc.” medallion. Each cigarette is ringed by the words ”Philip Morris Funds Jesse Helms” and has affixed to it a copy of the Bill of Rights, a reference to a recent Philip Morris advertising campaign that offered to send a copy of the document to anyone who requested one.
In the enlarged fine print along the sides of the cigarette box – areas usually reserved for the Surgeon General’s warning about cigarettes and cancer – there is a statement from Mr. Helms taken from the Congressional Record of Sept. 28, 1989.
Referring to a statement made in 1981 by a representative of Philip Morris, Frank Saunders, concerning the impact of the National Endowment for the Arts’s ”stamp of approval” on corporate decisions about cultural financing, Mr. Helms concluded: ”That means that artists can get corporate money if they can get respectability – even if it’s undeserved – from the National Endowment for the Arts. And that is what this is all about. It is an issue of soaking the taxpayer to fund the homosexual pornography of Robert Mapplethorpe, who died of AIDS while spending the last years of his life promoting homosexuality.”
In addition to these words, the box has a 1980 quotation from George Weissman, the former chairman of Philip Morris: ”Let’s be clear about one thing. Our fundamental interest in the arts is self-interest. There are immediate and pragmatic benefits to be derived as business entities.”
Mr. Weissman, who is now chairman of Lincoln Center, said in a recent telephone interview: ”I don’t know if I exactly said that. However, I have said that it is in the self-interest of businesses to support the arts because it it makes for a better community in which they operate. The arts improve the quality of life for everybody.”
In a telephone interview the other day, Mr. Haacke, who is 53 years old and lives in New York City, said: ”I have a particular interest in corporatations that give themselves a cultural aura and are in other areas suspect. Philip Morris presents itself in New York as the lover of culture while it turns out that if you look behind the scenes, it is also a prime funder of Jesse Helms, someone who is very hostile to the arts. He is also someone who is probably the most homophobic Senator we have at the moment.”
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source: indefenseofart
Hans Haacke, Helmsboro Country, 1990
Issues surrounding the arts have been completely absent in the political whirlwind in the past weeks. As such, I thought it would be worthwhile to look back at one of the most polemic and political art from the history of contemporary American Art.
This work by Haacke, a large scale model of a cigarette pack, makes a direct reference to Jesse Helms, a conservative member of the Senate, who was tied to tobacco lobbying. During his time, Helms not only wanted to close down the National Endowment for the Arts, but also censored and suppressed artists and their exhibitions. Haacke’s giant cigarettes are rolled up reproductions of the Bill of Rights, and the work calls for freedom of speech while simultaneously acknowledging the fact that tobacco companies had become one of the most prolific donors of museums in the 1990s. Haacke proposed, “art works are no longer private affairs,” and that art institutions and museums were “on the slippery road to becoming public relations agents for the interests of big business and its ideological allies.” For Haacke, art for art’s sake no longer existed as he saw art institutions and museums as biased political bodies.
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source: jesusarcosgarciablogspot
Hans Haacke nació en 1936 en Colonia, se educó en EEUU y es considerado el pionero del arte conceptual de la llamada crítica institucional, vertiente surgida en los años 60 en plena revolución intelectual de los albores del s.XXI. En su evolución, sus obras cuestionan los mecanismos y funciones de las instituciones culturales, con un discurso político de fondo que raya la asepsia democrática de los movimientos sociales del 15M.
Tomando elementos literales de lo cotidiano, critica el sistema de recursos y el uso de los mismos, dejando al espectador que opine sobre la relación entre el arte y el comportamiento social. El artista en sí mismo ha dejado de ocupar un lugar destacado en la obra, para que el espacio o la fotografía reflejen la experiencia de la preocupación por el comportamiento y la conducta, de los pocos que manejan el poder, frente a los muchos a los que se les pasa desapercibido el uso de la inteligencia, y los recursos con los que debiéramos estar todos atendidos según el juego democrático.
“Si el arte contribuye entre otras cosas a condicionar nuestro modo de ver el mundo y de configurar las relaciones sociales, entonces hay que tener en cuenta qué imagen del mundo promueve y a qué intereses sirve.” (Hans Haacke).
La inutilidad del arte convencional, lleva a Haacke a pensar en que el arte va mucho más allá de la obra que se expone en los museos, por los que pasarán miles de personas sin más conclusión que la de la admiración superficial. El artista debe convertirse en un crítico de la realidad social que nos envuelve y aliena, y que continuamente fagocita el intelecto de las masas sociales para convertirlas en meros consumidores. La denuncia se convierte en reflexión intelectual frente al adocenamiento en el que nos sumerge la ignorancia.
Haacke entonces, apunta sus dardos hacia un objetivo de esa masa crítica, y es censurado. El Guggenheim de Nueva York fue la primera institución que lo censuró con Shapoisky et al. Manhattan Real Estate Holdings, a Real-Time Social System, as of May 1, 1971, con la que denunció la especulación urbanística de Shapoisky en Manhattan. La genialidad de Haacke como artista consistió en tomar la información como “obra” o materia prima de la obra, aportando unos datos que tras su aparente objetivad, dejan entreveer otras lecturas más “polémicas” para el espectador.
En 1990 expone “Helmsboro Country” en la Jonn Weber Galery, Nueva York. “Bienvenido al país de Marlboro. Registro del Congreso, 28 de septiembre de 1,989; izquierda Phillip Morris and the Art, Inc. Denver, Colorado, 5 de septiembre de 1,980″. En el papel de los cigarrillos se puede leer una reproducción de los Derechos Fundamentales de los ciudadanos de los Estados Unidos.
La descarada tabacalera estadounidense pagó a los archivos nacionales 600.000$ para poder utilizar la carta magna norteamericana en una campaña que costó 60 millones de dólares. El senador que promovió tal exabrupto fue Jesse Helms (1921-2008), famoso por sus campañas contra los artistas emergentes, así como por su hostilidad manifiesta hacia los enfermos de VIH, el aborto, y por supuesto, los sindicatos minoritarios; sin embargo, Helms apoyó a los escuadrones de la muerte de San Salvador con el mismo entusiasmo que defendió las barbaridades de Pinochet. Philip Morris trató por todos los medios de impedir que la galería expusiera la obra de Haacke, sin éxito afortunadamente. Así como también trató de impedir que saliera adelante la ley que prohibió el consumo de tabaco en lugares públicos.
Sin embargo, cuando se hizo público el apoyo que la firma tabacalera prestaba al senador y a las campañas de desprestigio que subvencionaba éste en contra de la comunidad homosexual, las firmas de su holding económico cayeron en picado en los mercados: sirva de ejemplo la marca de cerveza Miller.
Hoy expone en el MNCARS su obra con la particularidad de un encargo “Castillos en el airte”, cientos de espacios urbanizados por el IVIMA en la Avda. de la Gran Vía del Suroeste de Madrid, que abandonados al tiempo tras la caída de las entidades financieras con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, nos han dejado a todos poco menos que exasperante. Espacios desolados, cargados de ilusiones de miles de aspirantes a un derecho fundamental ¡qué digo! constitucional: la vivienda. Y para colmo de males, cada una de las calles de este barrio, llevan el nombre de los más ilustres movimientos artísticos del siglo XX: Chillida, Warhol, Arte Pop…
Quizá el mundo esté cambiando. Quizá el ombligo de la sociedad haya despertado del sueño de Caliope, y por primera vez en tiempos, la poesía y la música se hayan convertido en el combustible de nuestra sociedad.
Abajo entonces con la máxima de Morris: «Nuestro principal interés en el arte es nuestro propio interés». ¡Salve el Arte y el despertar de lo Social!
Hans Haacke, Castillos en el aire. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Del 15 de febrero al 22 de julio de 2012.
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source: histoireetsocietewordpress
légende : oeuvre de Hans Haacke l’image est un peu déconcertante au premier coup d’œil, peut-être faut-il y voir de l’humour, qui peut être facilement pris pour le travail de Klaus Oldenburg. cela semble être un paquet de cigarette Malboro ouvert de six pieds de long de cigarettes Marlboro déposé à même le plancher de bois dur de New York la galerie d’art de Soho en 1990. Une deuxième impression pourrait laisser à penser que ce serait une sorte de déclaration anti-tabac. Cependant si l’on inspecte de plus près l’objet, il s’avère que le nom sur le paquet familier est en réalité, “Helmsboro”, tandis que dans le centre du logo de Philip Morris on trouve la photo de Sénateur Jesse Helms. Au fond de la boîte on peut lire “20 Déclarations des droits de l’homme.” Sur chacun des bouts des cigarettes avec leurs filtre monstrueux répandus sur le plancher il y a l’inscription “Philip Morris finance Jesse Helms.” Il est évident que ni la société du tabac, célèbre pour son soutien aux beaux arts, ni le sénateur, célèbre pour son son opposition à la Dotation nationale pour les Arts, ne sont des amis intimes de l’artiste – Hans Haacke. Le paquet de Malboro transformé en Helmsboro pour dénoncer la manière dont Philip Morris, le géant du tabac qui prétend intervenir dans le mécénat de l’art et y imposer ses orientations, soutenait dans le même temps le sénateur Jess Helms, un sinistre personnage raciste, homophobe, anticastriste maladif (la loi Helms Burton de sinistre mémoire c’est lui)… Haacke qui est née en 1936 a vécu de l’intérieur le nazisme puisqu’il est allemand, il a écrit à cette époque avec Pierre Bourdieu un livre en forme de dialogue: Libre échange (éditions du Seuil) destiné à dénoncer cette collusion entre le monde de l’art et les bailleurs de fond d’extrême-droite. Et voici que pour compléter le tableau, aujourd’hui un historien spécialiste du nazisme dévoile comment ce même Philip Morris, soutien de l’extrême-droite américaine, a dans le même a son actif 100 millions de morts alors que l’on savait déjà tous les risques…
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source: infoinsiderro
O altă sală e dedicată corporaţiei „Philip Morris” unde la prima vedere un pachet gigantic de Marlboro este aruncat neglijent pe podea. “Helmsboro” – sculptură a artistului de origine germană Hans Haacke (artist de investigaţie politică) are grafica exterioară atât de cunoscută a pachetului de Marlboro, mesajele inscripţionate fiind însă cu totul altele. În medalion apare portretul senatorului american Jesse Helms, a cărui opoziţie faţă de finanţarea operelor de artă (pe care le consideră obscene) i-a adus notorietate pe scena de arta SoHo, la care se adaugă “20 de drepturi de plată”. Fiecare ţigară este înconjurată de cuvintele ”Fondurile Jesse Helms de la Philip Morris”.
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source: artnet
1936 Born Cologne, Germany
1956 – 1960 Staatliche Werkakademie (State Art Academy), Kassel, 1. Staatsexamen (equivalent of M.F.A.)
1960 – 1961 Stanley William Hayter’s Atelier 17, Paris
1961 Tyler School of Fine Arts, Temple University, Philadelphia
1961 Fulbright Fellowship
1963 – 1965 Returned to Cologne. Taught at Pädagogische Hochschule, Kettwig, and other institutions
1966 – 1967 Taught at University of Washington, Seattle; Douglas College, Rutgers University, New Jersey; Philadelphia College of Art
1978 Award: National Endowment for the Arts
1993 Award: Golden Lion (shared with Nam June Paik), Venice Biennale
1994 Guest Professorship, Hochschule für Bildende Künste, Hamburg
1997 Regents Lecturer, University of California, Berkeley
1998 Prize of Helmut-Kraft-Stiftung, Stuttgart
1967 – 2002 Taught at Cooper Union, New York (Professor of Art Emeritus)
2004 Award: Peter-Weiss-Preis, Bochum
Lives in New York (since 1965)
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source: artwikifr
Hans Haacke, né en 1936 à Cologne, est considéré comme un artiste de l’objet et artiste conceptuel allemand.
Après avoir poursuivi des études à la Staatliche Werkakademie de Kassel, il obtient une bourse du DAAD pour un séjour d’études à Paris où il fréquente les ateliers de gravure d’Hayter, l’Atelier 17. Son travail vise la mise en évidence de phénomènes physiques et biologiques.
La démarche artistique de Hans Haacke est de dénoncer les connivences entre le milieu des affaires, de la politique, de l’art et de la culture. Son travail est proche du journalisme d’investigation, pourtant Haacke ne veut pas faire passer de contenus politiques. Son mot d’ordre serait “citoyens, réveillez-vous!”. Il avive la vigilance du spectateur citoyen, il entretient sa conscience.
“Selon moi, le monde de l’art fait partie intégrante de l’industrie. Ses productions et ses débats, comme ceux des autres composantes de l’industrie, interagissent avec la politique et le climat idéologique. Même si ce processus n’est pas facile à décrire.” Hans HAACKE
L’histoire de son art
Depuis 1969, Hans Haacke a entrepris une œuvre qui refuse par principe l’autonomie du champ esthétique par rapport aux sphères de l’économie et du politique en interrogeant les conditions d’implication de certaines grandes entreprises ou groupes industriels, ou d’institutions publiques, dans la vie artistique et culturelle, notamment par le biais du mécénat. Les œuvres d’Hans Haacke sont toujours liées à des situations institutionnelles précises, et elles sont le fruit d’une exploration rigoureuse, ou d’une enquête, que l’artiste mène dans le moment même que constitue son invitation à travailler dans un contexte privé ou public. Si donc, comme l’a écrit Claude Gintz, ce travail met en cause «le droit à l’existence d’un art prétendument autonome», il n’en reste pas moins lié à la possibilité même qu’a l’institution de légitimer une production artistique quelle qu’elle soit, fût-elle fondée sur sa critique.
Il se place cependant dans une posture de résistance permanente et peut subir l’effet d’une interdiction, d’un rejet, voire d’une censure, dès lors que ce qu’il fait apparaître dérange. Les formes et les codes artistiques utilisés par Hans Haacke sont extrêmement différents pour chaque œuvre, l’artiste ayant soin de faire échapper son projet à deux dangers, celui de la signature formelle (du type Barbara Kruger) et celui d’une certaine négligence qui, en prétendant donner le primat au contenu, pourrait conduire à ne pas considérer les œuvres comme liées de plein droit au système de l’art. Mais surtout, la qualité formelle du travail est indispensable si celui-ci veut être une mise en cause forte de cette même perfection déployée par les grandes sociétés dans leur politique de communication, surtout lorsqu’elles intègrent l’art comme élément d’autorité sur les consciences.
Buhrlesque, réalisée en 1985, met en évidence les relations de la société suisse d’armement Oerlikon-Bührle et de son président, le collectionneur d’œuvres contemporaines et « fervent soutien du Kunsthaus de Zurich », avec un certain nombre de contextes de guerre dans le monde (voir texte ci-contre). Sur un autel en bois agrémenté, lors de la première présentation à Berne en 1985, d’une tête de Janus (le dieu romain dont les portes du temple restaient fermées en temps de paix et ouvertes en temps de guerre) et recouvert d’une nappe spécialement brodée de motifs d’armements et du nom de la société Oerlikon-Bührle, l’artiste a disposé deux chaussures de marque Bally, filiale d’Oerlikon-Bührle Holding AG dans lesquelles une bougie rouge et une bougie blanche ont été fixées avec leur propre cire : ce dispositif évoque des canons mais aussi une autre partie des activités du groupe en Afrique du Sud, à savoir la soudure, à travers son contrôle de la South African Oerlikon Electrodes. Au mur, une couverture du magazine Paratus de l’armée sud-africaine, évoque une marche en Suisse de militaires sud-africains en 1984. Le détournement des codes religieux est complet, l’art étant explicitement désigné comme un nouvel opium du peuple dont l’aura, ironiquement simulé par Hans Haacke dans la forme de retables dès le début des années quatre-vingt, n’est qu’un leurre : celui-ci disparaît, aussitôt perçu par le spectateur le caractère proprement scandaleux de cette entreprise qui confond les pires projets de violence et de mort avec les activités civiles destinées à l’élégance et à l’union des êtres.
Un exemple de son travail
Travail commandé, puis refusé par le musée Guggenheim de New York au moment de sa réception, Shapolsky real estate holding…, rassemble deux enjeux qui ont souvent trouvé leur place dans l’art de la fin du XXème siècle : l’engagement politique en art ; et l’artiste contemporain face au musée. Cette oeuvre de Hans Haacke, présentée dans le nouvel accrochage de la collection permanante du musée National d’art Moderne, nous incite à interroger l’idée d’un art engagé. L’oeuve est constituée d’un accrochage monumental, composé de trente-trois panneaux, comprenant 146 photographies noir et blanc d’architecture, représentant les façades d’immeubles de Harlem et du Middle East à New York ; 146 feuillets dactylographiés, détaillant les tractations du magnat de l’immobilier Harry Shapolsky, entre 1951 et 1971 ; 2 plans ; 6 tableaux de transactions ; 1 panneau dactylographié explicatif.
Les thèmes de la misère, de l’exclusion, des excès du capitalisme ou du rapport à l’immigré sont récurrents dans l’œuvre de Haacke. Mais un axe domine dans le travail de l’artiste : celui d’une bataille livrée contre les musées, institutions et non-dits. Shapolsky real estate holding…, rassemble ces deux caractéristiques avec l’usage du thème du logement pauvre aux mains de riches investisseurs, dans la périphérie de New York et la fronde lancée contre le Guggenheim. En parallèle à cette implication de l’artiste dans les affaires de la cité, il faut noter l’existence d’une production très différente, basée sur l’immatériel et le diaphane.
Quel est le champ d’action de Haacke ?
Le musée : il est omniprésent dans l’œuvre de Haacke : c’est le contexte prévu a priori par l’artiste. La stratégie de dénonciation est très précise : Haacke frappe “là où çà fait mal”, cite les noms, les entreprises etc. Il y a du Canard Enchaîné dans la détermination et la méthode… Mais Haacke prend-il part au réel? Entre-t-il en connexion directe avec la vie, avec les affaires de la cité comme peut le faire le journaliste d’investigation? Si montrer, faire le constat de ce qui est caché ou non dit entretient une influence sur le réel, alors l’art de Haacke est engagé dans le réel. Mais où sont les vagues en dehors des bureaux du Guggenheim? L’effet tangible de l’art de Haacke semble limité. Mais comment en serait-il autrement sans projet politique? La révolte de l’auteur est certaine, mais son action demeure strictement artistique. Haacke tente ce grand écart entre le domaine de l’utile, du pragmatique qu’est celui de la cité, avec le monde in-utile des idées et des formes de l’art. C’est certainement cette arrogance qui fait la saveur de ses œuvres, ambitieuses et vaines d’avance.